Me van a permitir antes de comentar este texto tan esperanzador y enriquecedor, copiarlo íntegramente de la estampa que con tanto cariño guardo en mi cartera para releer en los momentos más bajos:
Una noche, un hombre soñó que se encontraba caminando con Jesús por la playa.
En el cielo aparecieron escenas de su vida.
En casi todas las escenas, él veía DOS series de huellas en la arena, una de él y otra de Jesús.
Cuando la última escena de su vida llegó, regresó nuevamente la mirada para ver las huellas sobre la arena, pero notó que muchas veces en el camino, sólo había un par de huellas.
Cuando la última escena de su vida llegó, regresó nuevamente la mirada para ver las huellas sobre la arena, pero notó que muchas veces en el camino, sólo había un par de huellas.
Esos momentos de marcha solitaria, correspondían a las horas de más tristeza y las más deprimentes de su vida.
Intrigado interroga a Jesús:
"Señor, me dijiste que una vez que decidiera seguirte, caminarías conmigo toda la distancia, pero veo que en los momentos más difíciles de mi vida, no hay más que un sólo par de huellas. No comprendo por qué cuando más te necesitaba, Tú me dejabas sólo"
El Señor le contestó: "Hijo mío, te amo y nunca te he abandonado..."
"...En tus momentos más difíciles, de pruebas y sufrimientos, YO te llevaba en mis brazos"
Las horas más bajas, más
tristes de nuestra vida parece que nos gusta recorrerlas a solas.
Caminamos cabizbajos, sin levantar la mirada para buscar el rostro de
Cristo y para comprender que no estamos solos, que aunque no veamos sus huellas,
El nos lleva en brazos en los momentos más arduos de nuestro peregrinar.
Esa visión, es difícil alcanzarla sin fe y la objetiva perspectiva que da el transcurrir del tiempo.
Finalmente, lejos de
ayudar a Cristo a llevar su cruz, permitimos una y otra vez, que El
haga de cirineo, que cargue con la suya y con la nuestra.
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